Ahora aquí no importa que un producto sea bueno y pueda dar un buen servicio todavía, hay que tirarlo y cambiarlo por uno nuevo, aunque suponga hipotecarse peligrosamente. De hecho, suele pagarse camuflado con la hipoteca de la vivienda.
En 2006, ¡vaya frase premonitoria dije!
Pocos sospechaban la que se venía encima.