Es una escena muy tierna, pero no exenta de riesgo.
Es un animal salvaje y sus reacciones son impredecibles.
Yo tuve un gato con el que me llevaba muy bien, pero eso no evitó recibir de vez en cuando un arañazo y un bocado.
Si en vez de un gato hubiese sido un león, estaría tecleando con la nariz.